Bajo el terrorífico
título de "TTIP: El golpe de Estado
que se está preparando en silencio", circula por la red hace días un
libelo contra el Tratado de Comercio e Inversión (TTIP) entre Estados Unidos y
la Unión Europea. El texto, repleto de vaguedades pero con aire inquietante, sobrecoge
al desprevenido lector anunciándole toda clase de calamidades y desastres
apocalípticos que le caerán encima, tal que de un meteorito se tratase, como
consecuencia inmediata e inevitable de la aplicación de tan ignominioso
tratado, hasta el punto, según un anónimo Eurodiputado que menciona el texto de
marras, de que nos van a chorizar hasta los bolígrafos, el papel y el móvil.
Literal.
Parece ser que el maléfico tratado contempla nada menos que
la total liberalización internacional del comercio, ahí es nada, y además nos
introducirá en un mundo verdaderamente globalizado y, cómo no, controlado y
sometido a los intereses de unos pocos. La maldad del asunto estriba en que
"se ha podido comprobar que la liberalización del comercio ha traído
consigo un menor desarrollo económico, un disminución del empleo y un empeoramiento
de las condiciones de vida sociales y laborales", poniendo como ejemplo el
deterioro sufrido en España, donde a lo que se ve ya nos estaban aplicando el
susodicho tratado sin enterarnos. Tal vez el desconocido autor del opúsculo
añore los tiempos de la autarquía franquista, donde en efecto el comercio no
estaba liberalizado, aunque es más probable que lo que esté echando de menos
sea el sistema político de la extinta Unión Soviética, en la cual no asomaba
siquiera un atisbo de liberalización comercial,
había pleno empleo , un envidiable desarrollo económico y unas
magníficas condiciones sociolaborales que eran la paradisíaca gloria del
proletariado que tenía el privilegio incomparable de vivir tras el telón de
acero.
El peso de la argumentación no deja lugar a dudas: Algunos
autores (no se sabe cuáles, ni de qué son autores) manifiestan que los
gobernantes están traicionando a los ciudadanos (vaya novedad) en beneficio de
las multinacionales; prueba de lo cual -subraya el artículo- es lo que está ocurriendo
en Grecia, "donde los gobiernos de ese país no pueden hacer absolutamente
nada contra la violenta voracidad de la bestia económica mundial que los
oprime". Acabáramos. No hace falta más comentario.
Pero una vez sentadas las bases de la absoluta perversidad
del Tratado, el autor se hace un pequeño lío, y tras afirmar que el tratado
está en fase de negociación, reconoce
sin empacho (y sin leerse lo que ha escrito antes) que, "según se
desprende de la información publicada, en otoño de 2014 se dió por concluída la
negociación del tratado, y se encuentra a la espera de la votación". No
obstante lo cual, "este tratado estará aprobado a finales del presente
año, por lo que la negociación se encontrará en sus últimas fases y las
sorpresas a punto de ser desveladas a la población en general".
No es preciso insistir en la falta de rigor del artículo. Ni
una sola de sus afirmaciones tiene un punto de apoyo más allá de las frases
grandilocuentes o juicios de intenciones. Ni un asomo de análisis del documento
-que obviamente desconoce, pues ni siquiera sabe en qué fase se encuentra-, ni
una información contrastada que pueda ayudar a que el lector elabore una
crítica propia, ni un argumento que no se sustente en la nada más absoluta. Y
sin embargo, con esos mimbres teje una red de pánico que deja en mantillas el
miedo a una invasión extraterrestre que padecieron los norteamericanos con
motivo de la emisión del famoso programa radiofónico de Orson Welles. Por toda
la red aparecen comentarios y tweets haciéndose lenguas de los desastres que
nos acontecerán con el TTIP, aunque nadie, repito nadie, de los que parecen
asustarse tanto, haya leído ni una sola línea de tal tratado.
No sé si cuando ese acuerdo se publique estaré o no en
desacuerdo con su contenido. Como tantas leyes y convenios, tendrá partes que
me gusten y otras que me disgusten, muy seguramente. Ni será el apocalipsis ni
la panacea. Pero lo que no estoy dispuesto de ningún modo es que con titulares
aterradores y mucha palabrería hueca me predispongan a favor o en contra de
algo que, insisto, ninguno de los mortales comunes conocemos. Porque no acepto
la manipulación, sea ésta burda, inteligente o chusca. Y este caso es,
clarísimamente, una manipulación. Una manipulación chusca.
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